Alfredo Zitarrosa: Zitarrosa en la Argentina (1973)

Volviendo de Chile, donde participó en el Primer Festival Internacional de la Canción Popular (junio de 1973), Alfredo Zitarrosa hace una escala en Argentina, para grabar las canciones que formarán este álbum. El disco estaba planeado para ser grabado, con otros temas, en agosto de 1973; sin embargo, debido a la situación política de Uruguay, donde el 27 de junio se había producido un golpe de estado, Zitarrosa adelanta la grabación, la que será editada por el sello Microfón bajo el número I-418, con el nombre de “Zitarrosa en la Argentina”.

El disco incluye el primer registro de uno de los principales éxitos de Zitarrosa —y uno de los principales temas del cancionero latinoamericano—: “Adagio en mi país”. También en él aparece la “Chamarrita de los milicos”, tema que Zitarrosa había grabado en un single de 1970, que esta vez se incluye por primera en un larga duración. Sin embargo, debido a su contenido, esta canción será objeto de censura en Uruguay y no figurará en la edición uruguaya del disco, que llevó por nombre ”Zitarrosa/7. Adagio en mi país”, en el que este tema será remplazado por “Romance para un negro milonguero”.

De los temas que figuran en el disco, los únicos que habían aparecido previamente en otros álbumes o singles de Zitarrosa eran: la ya dicha, “Chamarrita de los milicos” (1970), “A José Artigas” (1966) y “La canción y el poema” (1972).

Varias de las canciones aparecidas en este álbum, no volverán a ser incluidas en discos oficiales de Zitarrosa. Así ocurre con: “Guitarrero” (de Carlos Di Fulvio); “Los hermanos” (de Atahualpa Yupanqui); “Triunfo agrario” (de Armando Tejada Gómez y César Isella); y “Dile a la vida” y “Canción de qué” (estos dos compuestos por Zitarrosa).

Dice en la contraportada del LP:

Montevideo, 15 de julio de 1973

Al gran público argentino:

Este disco debía grabarse el mes que viene.

Por esta razón consideramos necesaria esta presentación, que intenta justificar algunas cosas, explicar otras, y, fundamentalmente, expresar mi agradecimiento a nuestros colaboradores, mis guitarristas Olivera, Pérez y Correa, los técnicos Roberto y «Chamaco», de Audión, y el querido compañero asesor Hugo Videla sin cuyo aporte generoso de tiempo y experiencia no lo habríamos logrado.

En primer lugar ésta pudo ser una entrega más ambiciosa. Estábamos preparando una pequeña cantata, que tal vez grabemos la próxima vez, con orquesta y coro. No obstante, en medio de un viaje apresurado de regreso a nuestro país – volvíamos de Chile- y habida cuenta de los recientes hechos políticos aquí, puesto que no podemos predecir el futuro inmediato, resolvimos dejar de todos modos esta placa, reuniendo en lugar de aquella pequeña obrita algunos temas que nunca habíamos cantado antes, preparando a último momento otros dos, que no estaban terminados, e incluyendo, finalmente, después de pensarlo con cuidado, una canción algo «sorprendente» en la Argentina; me refiero a la «Chamarrita de los milicos».

Las canciones «Triunfo agrario», «Los hermanos» y «Guitarrero» no estaban previstas. Homenaje que rindo con emoción y gratitud a sus respectivos autores argentinos. La letra de las dos primeras nos fue proporcionada en una breve entrevista por nuestra amada Mercedes Sosa; ensayadas ambas con escaso tiempo, finalmente quedan ahí como testimonio de nuestra modesta admiración por el trabajo de estos hermanos nuestros: César Isella, amigo personal, compañero, verdadero gran artista de su pueblo; Tejada Gómez, poeta, al que no conozco tanto como seria mi deseo; Don Atahualpa, maestro indiscutido, bagual de un sólo jinete, quien seguramente autoriza la metáfora por saberla reverente, si no -tal vez- la versión de su magnifica milonga (yo como él «sigo domándome a mi mismo…» -¿recuerda Don Ata?- y es difícil, ciertamente, como supo advertírmelo). Respecto a la zamba «Guitarrero», debo decir que debuté con ella en Lima, acompañado por el guitarrista entrerriano Martín Torres, allá por 1961; canté en esa oportunidad dos temas: la zamba de Di Fulvio y «Milonga para una niña», gané cincuenta dólares, los primeros «pesos» de mi carrera profesional; honor para mi volver a entonar esos versos; mi gratitud y respeto a su autor.

Se incluyen también en el disco dos temas que no habían sido escritos todavía, o al menos -uno de ellos- no estaban terminados: canción «de que» y adagio en mi país. El primero que quiso ser una sátira sobre el mal uso de la conjunción temporal «de que», tan frecuente en el habla cotidiana desde hace un tiempo, si no resultó un éxito en este sentido -las comillas no se pueden cantar-, al menos quedó simpático, incluso bailable, lo cual, me parece, ya es un mérito. Esa canción para ser mejor comprendida, debería leerse en lugar de ser oída, y aún en ese caso, en fin, no lo sé con certeza, tal vez resulte un fracaso. «Adagio en mi país» contiene, en cambio, todo cuanto quise poner en ella, todo cuanto pude, especialmente mi amor por nuestro Pueblo, mi personal conciencia del proceso que estamos viviendo los orientales, eventualmente, incluso, eso que hoy se llama «compromiso» y que a mi juicio es nada más -o nada menos- que simple y pura honradez.

Por último queda aquí grabada la «Chamarrita de los milicos». Fue compuesta en enero de 1970, pensando en mi padre guardia-civil, en el vestíbulo del sanatorio donde nació mi hija, su primera nieta, a la que no pudo conocer. Cierta vez canté esta chamarrita -a la sazón muy popular en mi país- en un recital cordobés, me vi inmediatamente envuelto en un debate con los estudiantes presentes, para quienes tuve que improvisar un largo epílogo, porque la consideraban «reaccionaria». Yo sostenía -y sostengo- que la lucha de clases no cesa en la puerta de los cuarteles; los muchachos en cambio, aunque no todos, motivados por sus personales experiencias recientes, si bien no hacían del asunto una cuestión teórica, rechazaban en cambio el elogio del uniforme como un agravio personal.

Hoy las cosas están mas claras que hace apenas un año y no sólo para los jóvenes, nuestros hombres del futuro, habitantes de «la casa de mañana» – diría Gibrán-, en la que ciertamente los adultos de hoy seremos sólo una visita. Yo acabo de llegar de Chile, donde presencié en primera fila de platea los hechos del 29 de junio, y como queda dicho aquí, escribo ahora desde Montevideo, donde apenas dos días antes, el 27, ciertos otros hechos – de signo contrario- que no me corresponde comentar, completan de todos modos el «que» y el «como» de nuestras luchas presentes. Porque esa misma discusión sobre el papel de los militares en la vida de nuestros pueblos, se extiende ahora por todo el cono sur.

Si la «Chamarrita de los milicos» hubiera sido útil, como creo que lo fue, en mi país, contribuyendo a actualizar el debate de nuestra verdadera problemática del sub- desarrollo, al dejarla grabada ahora en un disco argentino, pienso fundamentalmente en la enorme importancia de esta discusión, que alguien quiso presentar como una porfía entre «castristas» y «castrenses», cuando la verdadera divisoria pasa entre el Imperio y sus colonias, entre el Pueblo y nuestras respectivas oligarquías apátridas, desde el Atlántico al Pacífico, aquí y allá, en Chile y en mi país, en Brasil y en el Perú, en toda nuestra América Morena, que ya se levanta, si, como un gigante herido, pero inmortal.

Ruego finalmente no tener en cuenta la palabra «presidente», al final de la canción, al menos si se la quiere connotar con un nombre y un apellido concretos. Por si fuera necesaria tal consideración, téngase en cuenta que cualquier club de fútbol ha de tener su «presidente», no obstante lo cual esa representatividad seguirá siendo una entelequia; en fin, el juego se ve en la cancha.

Porque el hombre es polvo. El Pueblo es luz. Y de todos los «presidentes», el peor, el más abstracto, será aquel que confunda la realidad con un decreto, la Patria con una estancia, al Pueblo con un rebaño, a la clase trabajadora, al campesinado, al soldado, al estudiante, con una máquina obediente, que sólo necesita un «service» periódico para seguir produciendo riqueza. Aunque no me corresponda decir aquí en quien estoy pensando cuando escribo, agregaré también que esta clase de «ente» sólo rima con «gente» por casualidad, por un capricho del verso.

Sólo me queda por decir una cosa, y son las palabras de un Himno, que pronuncio con emoción, desde aquí, desde la Banda Oriental: «Al Gran Pueblo Argentino … Salud…».

Vuestro hermano: A.Z.

Canciones:

  1. Adagio en mi país [Alfredo Zitarrosa] (5:38)
  2. Guitarrero [Carlos Di Fulvio] (3:11)
  3. A José Artigas [Carlos Bonavita – Alfredo Zitarrosa] (2:39)
  4. Canto de nadie [Alfredo Zitarrosa] (3:35)
  5. La canción y el poema [Idea Vilariño – Alfredo Zitarrosa] (3:03)
  6. Los hermanos [Atahualpa Yupanqui] (2:42)
  7. Triunfo Agrario (Triunfo) [Armando Tejada Gómez – César Isella] (1:37)
  8. Dile a la vida [Alfredo Zitarrosa] (3:28)
  9. Tierrita poca [Luis Pedro Bonavita – Alfredo Zitarrosa] (2:21)
  10. Canción ‘de que’ [Alfredo Zitarrosa] (3:08)
  11. De Corrales a Tranqueras [Osiris Rodríguez Castillos] (2:54)
  12. Chamarrita de los milicos [Alfredo Zitarrosa] (3:16)

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8 comentarios en «Alfredo Zitarrosa: Zitarrosa en la Argentina (1973)»

  1. Saludos desde Arenys de Mar – Barcelona. Mi agradecimiento por esta hermosa página en honor y recuerdo para Don Alfredo Zitarrosa, Agradecería si pueden poner nuevamente los links de Zitarrosa en Argentina, ya que es la única forma de poder escucharlo. Gracias una vez más.

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  2. Gracias amigo por compartirlo…el gran maestro, que gran voz y sus arreglos en guitarra maravilloso… yo tuve la oportunidad de escucharlo en el Café Concert aqui en la cd, de México hace años… era como estar en una reunion de amigos inolvidable. Seria posible que compartieras el link para descargarlo… y si no pues ha sido genial escucharlo por este medio. Un gran abrazo solidario para ti.

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