Eric Hobsbawm: Reflexiones sobre el anarquismo

Eric Hobsbawm3El resurgir actual del interés por el anarquismo es un fenómeno curioso y a primera vista inesperado. Hace tan sólo diez años habría parecido sumamente improbable. En aquel momento el anarquismo, como movimiento y como ideología, parecía un capítulo definitivamente cerrado en el desarrollo de los movimientos revolucionarios y obreros modernos.

Como movimiento, parecía pertenecer a la época preindustrial y, en todo caso, a la era anterior a la primera guerra mundial y a la Revolución de Octubre, salvo en España, donde difícilmente cabe pensar que haya sobrevivido a la guerra civil de 1936-1939. Podría decirse que desapareció con los reyes y emperadores a quienes sus militantes habían tratado tantas veces de asesinar. Nada parecía ser capaz de detener, o siquiera de aminorar, su rápido e inevitable declive, incluso en las partes del mundo en que había constituido alguna vez una fuerza política importante, como en Francia, Italia o Latinoamérica. Un investigador curioso que supiera dirigir certeramente sus miradas podría todavía descubrir algunos anarquistas hasta los años cincuenta, y aún más ex anarquistas, fácilmente reconocibles por señales como su interés por el poeta Shelley. (Es un dato muy característico que esta romántica escuela de revolucionarios haya sido más leal que nadie, incluidos los críticos literarios de su propio país, al más revolucionario de los poetas románticos ingleses.) Cuando en esta época traté de tomar contacto con activistas de los círculos anarquistas españoles en París, me dieron cita en un café de Montmartre, cerca de la Place Blanche, y en cierto modo esta reminiscencia de un pasado ya lejano de bohemios, rebeldes y vanguardistas parecía todo un símbolo.

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Eric Hobsbawm: El bolchevismo y los anarquistas

Eric Hobsbawm2La tradición libertaria del comunismo —el anarquismo— ha sido siempre acerbamente hostil a la marxista desde tiempos de Bakunin, o, lo que viene a ser lo mismo, de Proudhon. El marxismo, y más aún el leninismo, ha mostrado análoga hostilidad hacia el anarquismo como teoría y programa, así como menosprecio como movimiento político. Sin embargo, si estudiamos la historia del movimiento comunista internacional en el período de la Revolución rusa y de la Internacional Comunista, hallamos una curiosa asimetría. Mientras los portavoces más destacados del anarquismo mantenían viva su hostilidad hacia el bolchevismo con alguna vacilación momentánea —en el mejor de los casos— durante el propio movimiento revolucionario o en el momento en que les llegaron las noticias del Octubre, la actitud de los bolcheviques, dentro y fuera de Rusia, fue durante un tiempo considerablemente más benévola con respecto a los anarquistas. Éste es el tema de las líneas que siguen.

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Eric Hobsbawm: Revolución y sexo

Eric HobsbawmChe Guevara se habría sorprendido mucho y se habría irritado sobremanera de haber podido descubrir que su retrato figura actualmente en la portada de la Evergreen Review, que su personalidad es tema de un artículo en Vogue y su nombre la excusa ostensible de cierto exhibicionismo homosexual en un teatro de Nueva York (ver el Observer, 8 de mayo de 1969). Podemos dejar Vogue de lado. Su finalidad es decir a las mujeres qué es lo que está de moda en el vestir o cuáles son los temas de moda para conversar; su interés por Che Guevara no tiene más implicaciones políticas que las del director del Who’s Who. Las otras dos bromas, en cambio, reflejan una creencia muy extendida según la cual hay algún tipo de relación entre movimientos revolucionarios sociales y permisividad en el comportamiento sexual público o en otras formas de comportamiento personal. No hay ninguna base real para esta opinión.

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