Inti-Illimani: La patria prisionera (en vivo, 1976)

Presentación del conjunto Inti-Illimani durante un concierto que brindaron en Italia en 1976. Interpretan «La patria prisionera», canción de Pablo Neruda y Sergio Ortega, aparecida en su disco «Hacia la libertad».

El registro se lo debemos a Vicente Cortés (Barcata).

La patria prisionera

(Texto: Pablo Neruda – Música: Sergio Ortega)

Patria de mi ternura y mis dolores,
Patria de amor de primavera y agua,
hoy sangran tus banderas tricolores
sobre las alambradas de Pisagua.

Pero saldrás al aire a la alegría
saldrás del duelo de estas agonías
y de esta sumergida primavera,
libre en la dignidad de tu derecho
y cantará en la luz y a pleno pecho
tu dulce voz ¡oh! Patria prisionera.

Existes, Patria, sobre los temores
y arde tu corazón de fuego y fragua,
hoy entre carceleros y traidores,
ayer entre los muros de Rancagua.

Isabel Parra: Ni toda la tierra entera (en vivo)

El 19 de diciembre de 2015 Isabel y Ángel Parra reeditaron, en el Museo de Violeta Parra, el dúo que en los años ’60 y ’70 los hiciera famosos en Chile y el mundo. En el video, Isabel interpreta un tema de su autoría que escribió en el exilio, en 1974, y que apareció grabado por primera vez en su disco «Vientos del pueblo«.

Acompañan a Isabel: su hermano Ángel, su hija Tita y su sobrino Ángel.

Registro gentileza de Claudio Mateluna y su proyecto «Trova en Chile«.

Ni toda la tierra entera

(Letra y música: Isabel Parra)

Ni toda la tierra entera
será un poco de mi tierra.
Dondequiera que me encuentre
seré siempre pasajera.

Mi trabajo cotidiano,
mis estrellas, mis ventanas
se convirtieron cenizas
de la noche a la mañana.

Puedo hablar, puedo reír
y hasta me pongo a cantar
pero mis ojos no pueden
tanta lágrima guardar.

A pesar de lo que digan
no me olvido, compañero,
de que el pan que me alimenta
siempre será pan ajeno.

Quisiera estar en mi puerta
esperándote llegar.
Todo quedó allá en Santiago,
mi comienzo y mi final.

Si me quedara siquiera
el don de pedir un sí
elegiría la gloria
de volver a mi país.

(1974)

Quelentaro - Cesante (en vivo)

Quelentaro: Cesante (en vivo)

Presentación en vivo de Gastón Guzmán, Quelentaro, en Rincón Alto. Interpreta una de las mejores composiciones del dúo: «Cesante».

Gentileza de: Trova en Chile.

Cesante

(Letra y música: Eduardo y Gastón Guzmán)

No te asomes mi niño me mintieron,
los que pasan marchando
enlazados de hambre son cesantes
y se comen los niños,
y la palabra se quedó en mi oído
tirante como un relincho.

En su vicioso andar, mi trabajada vida,
mi privó del destino
y quedé yo marchando.
y tal vez alguien
cuando apunte la noche
le dirá a su chiquillo,
si no te duermes pronto
voy llamar al cesante
y el cesante soy yo
que se come los niños.

El bautismo maldito
se me adentró en el cuerpo
como hierro sin punta,
fuerte, doloroso, lento
y se me subió al alma
y me dejó un costurón oscuro,
donde tuve la frente,
lo sentí maldiciente.
¡Cesante!
primo hermano carnal del hambre
y pariente lejano de la muerte.

En cualquier tiempo
reventó violento
el sonido que acompaña
mis madrugadas andadas,
duro nombre que se da
al hombre que no trabaja
porque no encuentra ocuparse.
¡Cesante!
¡linda palabra!
tiene un gusto a humillación
huele a pasto resollado
y pesa como una carga.

Yo estoy consciente que el hombre
es animal de costumbre,
fruta que a golpes madura,
pero el golpe del cesante
más que hacerlo madurar
como que tira a pasmarlo.

Si se empieza a comprender
la importancia que merece
un quintal de harina en rama,
el apetito se esconde
para que alcancen los hijos
y caminando en la calle
sin tener el norte fijo,
se empieza a apretar el tranco
porque cree que lo miran,
y se llena de cansancio
por cada puerta que niegan
y uno se mira las manos
y dan ganas de ahorcar,
de matarse y de matar.

Nosotros los sin trabajo
sabemos reconocernos,
nos ponemos más atentos,
y miramos con espera,
que la mirada se alarga
y hasta sonreímos menos,
que el contento que llevamos
entre los pliegues del alma
se va apagando… apagando.

Cuánta vida hace que salgo
cesante mañanero,
retinto de madrugadas,
con la garganta mucre,
en busca de una calle
enemiga de larga,
esperando horas estiradas de noche,
para volver de nuevo
al origen desnudo de la desesperanza.
Buscar el abrigo sombrío del vino
que enrarece el alma,
darle el grito a los hijos
y salir a la calle
al cantar de los gallos
en busca de un aviso;
recibir negativas mezquinas
y no ser recibido,

y yo que voy tranquilo
me tiño de impotencia
y me pongo agresivo,
y me devuelvo,
palpitando el estómago
de coraje y de miedo,
por la calle, enemiga de larga,
sin trabajo, cesante,
los zapatos calientes,
con las manos vacías,
el mantel sin cariño,
la frente con su marca,
darle el grito a los hijos
y dormirse despierto
palpitante el estómago
y aturdirse en la carne,
que generosa, ausente,
nos entrega la hembra
mujer sobresaltada
patrona de la casa
y cambiamos el pan
por dos cuerpos jadeantes
que se matan amando,
hay que amarse con odio
que el hambre está presente,
más que un beso un mordisco.
Ya cantaron los gallos,
a la calle de nuevo
en busca de otro aviso.

Lo que pareciera fácil
se lo fue comiendo el tiempo,
un día con otro día
fueron dejándome triste
y me colmaron de ausencias.

Marchito de los bolsillos
se pone rebelde el hombre,
se preña de sinsabores.
Se va distinta la tarde,
si se mira descansando
después de haber laborado,
que se entre el sol sin trabajo,
brazos largos, pies hinchados
y una brasa en las entrañas,
para matar esa brasa
he tomado de algún modo
rastro de alimento ajeno
y según yo considero,
traigo linda mi conciencia, que el pan,
no mancha las manos.

Mi caso no es por amaño
que ande de desocupado,
soy de profesión variada
y no me escondo de una pala
y sé de la humillación de andar
eslabón de fila
en busca de ocupación,
pero trabajo de apuro
con apuro se terminanj
y la yegua que yo monte
trae en el anca un cesante,
en vano afirmo la rienda
pa’l lado que la ladee
el cesante viene ancado.
Y tiene que llegar el día
que me dejan sin salario
y yo que no sé llorar,
el corazón se me aflige,
y agarra un galope corto
como que quiere sangrar
y tengo que apartar la vista
de los negros de mi vieja,
ella se muerde los labios
y yo me largo a silbar,
mi silbido mata el hambre,
mata la envidia y la rabia
y así me voy deshojando,
consuelo el alma silbando.

La sangre del cesante
parece más espesa,
más espesa y más negra
y la mirada arisca
comienza a suavizarse
y amansada la mirada
se empieza a escapar la vida.

Y eso que vivir es simple
porque hasta vive un gusano,
vive el Padre, vive el Hijo,
vive el Espíritu Santo,
lo espinoso según creo,
es vivir con cierta anchura
y un resto de dignidad.

¡Por la grandísima…. Virgen!
Yo sé que quiero a mi suelo,
el querer a mi terruño
lo traigo desde nación
y no sabría explicarlo,
pero cuando lo enumero
solito se me hincha el pecho
y se me encima el estrellero.
Mi tierra no tiene culpa
de esta herencia centenaria
y así cesante la quiero,
sentirla como la siento
no es cosa de dar razón.

En vano voy madrugando,
desde el tiempo de mi padre,
en busca de otros patrones.
¿Desde el padre de mi padre
que anda sangre madrugando
y hay un cesante en el alba,
ya me voy acobardando,
un cesante… madrugando.

Quiero sentir otra vez
que mi negra compañera
lave la ropa cantando
y que parta un amasado
sin regatear con mis cabros.

Eduardo Yañez: Nuestro cobre (Sala Master)

Eduardo Yáñez: Nuestro cobre (en vivo)

El cantautor chileno Eduardo Yáñez canta en vivo, en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile, una de sus composiciones más famosas, que en los años ’70 se hiciera mundialmente conocida en la interpretación de Quilapayún.

Nuestro cobre

(Letra y música: Eduardo Yáñez)

Nuestro cobre
la carne de la pampa
enclavado en la tierra colorada
que vive allá en el norte.
Empapado de sol y de montaña
motivo de los hombres
y mezclado con la sangre y con el alma
de todo un pueblo pobre.

Nuestro cobre
nacido entre los cerros
y robado por manos extranjeras
cambiado por dinero.
No era Chile quien bebía de tu savia,
no eran los mineros,
y te hacían cañón y te ponían
en contra de los pueblos.

Nuestro cobre
ahora estás en casa
y la patria te recibe emocionada
con vino y con guitarras.
Son tus dueños los mismos que murieron
porque no te llevaran
y de aquí ya no te mueven ni con sables
ni tanques ni metrallas.

Nuestro cobre
la carne de la pampa
enclavado en la tierra colorada
que vive allá en el norte.
Como un niño que nunca imaginó
la dicha de ser hombre
has vencido para bien de los chilenos
ya no seremos pobres.
De tus frutos saldrá la vida nueva
vendrán tiempos mejores.
Para siempre el cobre está en las manos
de los trabajadores.