La iglesia católica (o más bien un sector de ella) jugó un papel central dentro de los procesos de emancipación llevados adelante en Centroamérica durante los años ‘70 y ’80. Muchas veces, quienes en esas tierras luchaban por la liberación, mientras en una mano empuñaban el fusil, del cuello les colgaba una cruz. Esta interrelación entre cristianismo y pensamiento revolucionario dio origen a lo que se denominó «Teología de la Liberación». Movimiento cristiano católico, que llegó a tener gran auge en América Latina, hasta que las jerarquías eclesiásticas comandadas por Juan Pablo II (más cercanas a los intereses de los poderosos que a las necesidades del pueblo) poco a poco lo fueron acallando.
Dentro de ese contexto es que surge esta Misa Campesina Nicaragüense, obra de Carlos Mejía Godoy y de El Taller de Sonido Popular, que buscó traducir en lenguaje del pueblo los ritos católicos, imbuyendo el mensaje cristiano del espíritu revolucionario que animaba la lucha contra Somoza y el proceso de la Revolución Sandinista. El álbum originalmente fue publicado por el sello CBS en Costa Rica, y el mismo año, 1977, salió una edición en España.
Todas las canciones pertenecen a Carlos Mejía Godoy, excepto: Canto de meditación (Pablo Martínez T.) y Miskito Lawana (popular).
Dice en el interior de la carpeta:
Con marimbas, guitarras, atabales, violín de ñámbar y zambumbias; y con mazurcas y con son de toros y son nica; y con auténticas voces de campesinos; y con el habla del pueblo que él conoce como nadie, Carlos Mejía Godoy y el Taller de Sonido Popular (TSP) han compuesto esta Misa Nicaragüense.
Me imagino que la misa tradicional, para el mundo griego y latino, de haber sido tan moderna y revolucionaria como hoy lo es para nosotros la de Mejía Godoy. Y ésta es tan ortodoxa como aquella, lo único que es de nuestra época y nuestra tierra.
EUCARISTÍA quiere decir en griego acción de gracias. En ella se dan gracias a Dios, en los símbolos del pan y el vino, por todos «los frutos de la tierra y del trabajo del hombre». En esta misa nicaragüense los guapotes y mojarras del lago, cafetales y algodonales, chilincocos y caimitos, maizales y chicha-de-coyol, junto con el trabajo de los campesinos y los obreros (que en Nicaragua también son campesinos) se ofrecen al Dios de los pobres —el único Dios— por medio del Cristo trabajador, que antes fue carpintero, y ahora vende lotería y trabaja en una gasolinera y tapizca el maíz.
Y esta misa no es neutral. La eucaristía, el sacramento de la unión, no puede ser neutral en la lucha de clases. Esta misa, igual que la tradicional, es una misa contra los opresores, los que impiden que se reparta en comunión fraterna los frutos de la naturaleza y del trabajo.
Solentiname es un archipiélago campesino del Lago de Nicaragua que tiene el privilegio de que aquí fue compuesta, y estrenada por primera vez, la Misa campesina de Carlos Mejía Godoy.
Que el Señor reciba junto con el pan y el vino de la cultura mediterránea, convertidos en el cuerpo y la sangre de su Hijo, también la tortilla y la cazuza de nuestra tierra; y con ellos la ofrenda de todo nuestro trabajo productivo destinado a crear una sociedad nueva, y, lo que aún vale más, la ofrenda de nuestras vidas. Así sea.
Ernesto Cardenal
Dice en la contraportada:
Gracias a Pablo Martínez, «El Guadalupano», autor del Canto de Meditación, al Indio Pan de Rosa, a los Hermanos Duarte.
Gracias al inolvidable Sabino, cuya voz de campanario repica alto en el «GLORIA» y «EL OFERTORIO».
Gracias a Roberto Sánchez colaborador incansable de esta jornada.
A Wilmor López y a todos los militantes de la Brigada de Salvación del Canto Nicaragüense.
A Rosario Murillo y a todos los muchachos de GRADAS, que alimentaron con su testimonio estas trovas. A Panchito Cedeño, que nos dio muchas ideas para el «CREDO».
Finalmente GRACIAS a todos aquellos cuyos nombres no aparecen aquí, pero que están presentes y vivos en el sonido y la palabra de estos cantos.
Carlos Mejía Godoy
* * *
He oído esta misa con emoción. Me parecía oír a una familia lejana pero conocida y amada. No por haber estado allí —allá, mejor—, sino porque inevitablemente me traía a la memoria un bello libro —«El Evangelio de Solentiname»— donde se recogen las reflexiones y sentimientos de aquel pueblo en torno a los evangelios de las misas de los domingos. El mismo candor. La misma profunda ingenuidad. La misma sencillez de las almas grandes. Y hasta el mismo estilo delicioso de este castellano como domesticado, hecho tamañito a los pequeños, dulce y suave, también serio y fuerte, pero nunca grandilocuente, retórico ni académico. ¡Solentiname! Bella palabra, amados amigos lejanos que nos han evangelizado con su evangelio, que desde aquella misa dominical escondida y perdida en una casita de una aldea americana junto al mar han reanimado nuestra esperanza y han anudado vínculos de afecto, basados no en madres-patrias ni menos en conquistados y conquistadores, sino en hermanos-hermanos en el hermano Jesús. Y, en medio, Cardenal, el teólogo, poeta y místico, tres palabras casi redundantes para decir una misma cosa, cuando alguna de las tres es verdadera de verdad. Alma y vida de aquella familia, pero que sabe perderse entre ellos para que crezcan todos juntos y se oiga una única voz y un único canto.
Porque ahora, esa familia ¡canta! El campo de Nicaragua expresa a Cristo su entrega, su fe, su compromiso, su esperanza, sus dolores y cansancios, y también su alegría frenética y visceral, pueblerina y nerviosa, sin trabas ni melindres. Es su música, son sus palabras, son sus instrumentos los que se expresan en esta Misa. Es el campo, los pájaros de mil nombres y mil colores desconocidos para nosotros, las flores y los cohetes, los barquitos y la escuela. Son los frutos cuyos nombres ya son sabrosos y hacen la boca agua, aun conocerlos: los caimitos bien morados, los pipianes, los mangos pintados, la miel de jicote, la chicle-coyol… Es el corazón del pueblo campesino entero el que ha recibido la semilla de Cristo, y en su propia tierra ha nacido una planta nueva que brota para Dios, una más en el jardín de Dios en toda la tierra. Esto es la misión, esto es la encarnación, esto es la continuación de Cristo en el mundo, en lugar de transplantar y repetir las fórmulas mediterráneas en las que en un principio se inculturó la fe. Esta Misa es musicalmente hermosa; tiene un ritmo encantador y unas melodías pegadizas, pero no rastreras; una poesía que tiene el acierto de expresar como quien no quiere la cosa teología y espiritualidad en dosis notables; la ejecución es muy ajustada, lírica unas veces; con sus toques de humor, otras; siempre ajustada y al mismo tiempo popular, sin profesionalismos, con sabor a pueblo-pueblo. Con todo eso, para mí en conjunto es sobre todo una estremecedora expresión del Cristo Americano, del Cristo verdaderamente encarnado en aquella tierra, en aquellos hombres.
Hombres, mis hermanos de Solentiname y de toda Nicaragua: ¡Gracias por vuestro evangelio! ¡Gracias por vuestra evangelización!
Alberto Iniesta
Obispo auxiliar
Madrid
Contenido:
- Canto de entrada [Carlos Mejía Godoy] (2:50)
- Kirye [Carlos Mejía Godoy] (1:07)
- Gloria [Carlos Mejía Godoy] (3:04)
- Credo [Carlos Mejía Godoy] (3:46)
- Ofertorio [Carlos Mejía Godoy] (4:14)
- Canto de meditación [Pablo Martínez T.] (2:38)
- Santo [Carlos Mejía Godoy] (2:06)
- Miskito Lawana [Popular] (2:41)
- Vamos a la milpa [Carlos Mejía Godoy] (3:32)
- Canto de despedida [Carlos Mejía Godoy] (4:38)
Es una verdadera belleza este álbum, ideal para escuchar en estas fechas de fin de año y próximo año nuevo. Saludos de Guatemala!
No encuentro las palabras para describir este maravilloso Album.Carlos Mejia Godoy. Sos grande todos y todas las razas.te da.os las gracias.
Maravillosa música.
Pobre pueblo.(Nicaragua) peleo plr su libertad.yes otro el que los oprime!! Muera el Sandinismo y los que Gobiernan la Eepublica de Nicaragua!!