Nano Acevedo y la Peña “Javiera”

Nano AcevedoEntrevista realizada por equipo de Cactuscultural.cl; Genaro Prieto y Jorge Calvo, entre mayo y junio de 2013.

Pero nada es y ha sido comparable a las noches de la peña valiente y magnífica que creamos con amor y pasión a comienzos de la década del 70; nada ha sido tan gratificante como esos años de crear y poner sobre el día nuestra vida si era preciso, sencillamente por la música eterna de la libertad; un tablado en mitad del miedo que resistió con valor y audacia los años de la sinrazón. La “Javiera” constituyó un baluarte donde el “Canto Nuevo” diseminó la semilla libertaria en poemas, canciones, pinturas, obras de teatro, festivales, maratones culturales, y todo tipo de actividades con un elenco imposible de conseguir por estos días…
Nano Acevedo

Nano Acevedo: (1946) autor de novecientas canciones y con una larguísima y destacada trayectoria en el medio musical chileno ha sostenido en exclusiva una profunda y vital conversación con Cactuscultural.cl, se define a sí mismo como  cantor,  también es un destacado compositor y ha cosechado una serie de éxitos y triunfos en su dilatada carrera. Además es escritor, dramaturgo y dirigente sindical de músicos y artistas. Hombre múltiple, carismático y de gran iniciativa; se ha desempeñado en diversas actividades, siempre dentro de la música, creando programas de radio, revistas, sellos grabadores, sindicatos y agrupaciones para la difusión de la música chilena y la defensa de los derechos humanos. En los años setenta, en los primeros tiempos de la dictadura, fue el primero en fundar en calle San Diego la legendaria Peña Javiera…

Nano Acevedo nació en el populoso y céntrico barrio de San Diego, en la esquina de las calles Copiapó y Lingue, a espaldas del Teatro Caupolicán, cursaba quinta preparatoria en el Liceo Manuel Barros Borgoño cuando tuvo que desertar de los estudios para contribuir a llevar alimentos a su hogar. Desde los once años ha desarrollado diversas ocupaciones desde cuidador de automóviles, paseador de animales en el circo “Las águilas humanas” y mozo para aseo y mandados en restaurantes y oficinas.

Al cumplir los diecisiete años, junto a otros músicos forma el conjunto “Lo soñadores del alba” que muy pronto triunfa en el “Festival de los Barrios” organizado por Radio Corporación en 1965. A partir de entonces además de asistir a talleres y agrupaciones culturales, ha participado como cantautor en diversos programas radiales y en festivales estudiantiles y comunales obteniendo 38 primeros lugares.

Los éxitos de Nano Acevedo son diversos y numerosos y aquí destacaremos que en el año 1970 gana el Festival del vino en Lontué y el Festival de la Vendimia en Molina. En el año 1971 se adjudica el Festival Chileno-Argentino de la Patagonia. Luego junto a Rolando Alarcón y el dúo Los Perlas realiza una gira por EE UU y al regresar recibe el premio “A lo mejor de 1971” en el rubro autor otorgado por Radios Corporación, Del Pacifico, la Universidad Técnica del Estado, el Diario “Puro Chile” y el programa radial “Chile ríe y canta”

En 1972 gana el Festival “Norte Andino” en Calama con el tema “Dale Mañungo” que interpreta “Illapu”.  En julio de 1973 viaja al Festival Mundial de la Juventud, en Berlín, y luego de visitar otros países, a su regreso a Chile es nombrado director artístico del sello “Chiryc” y alcanza a grabar un long-play con artistas de la peña y uno propio para el Sello IRT cuando ocurre el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Rehúsa salir de Chile y de inmediato se integra al trabajo por el retorno a la democracia creando actividades culturales contrarias a la dictadura en sindicatos obreros. En 1975,  funda la “Casa Folklórica Javiera”.

En 1977 gana la selección nacional para el Festival OTI de la Canción con el tema “Oda a mi Guitarra” interpretado por Capri, viaja a España, al certamen de la Televisión Iberoamericana, continúa en gira a Francia, Italia, Holanda y asiste a un trascendental encuentro en Budapest, Hungría.

Es finalista seis años consecutivos de la OTI Chilena, de 1977 a 1982, ganándola en dos ocasiones —en 1979 su tema “De Naranjas e Infancia” empata con “La Música” de Scottie Scott la que posteriormente representó a Chile en México—. Y cabe destacar que en cinco oportunidades ha sido finalista del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.

—Cactus: ¿Cómo recuerdas tu infancia, alguna anécdota que te gustaría recordar, cuándo descubres que tienes talento para la música y cuál es tu primer recuerdo de haber actuado o debutado en el canto?

Nano: A fines de los años 40, en Chile había mucha pobreza, de la pobreza más dura. Nací en un barrio, que era para mí, una aldea mágica; me asombraba todo  lo que allí pasaba.  Fue un riguroso aprendizaje, de lo que es la vida difícil de los postergados. Cómo vivía a espaldas del Teatro Caupolicán y allí se efectuaban los más grandes espectáculos; cuidaba autos en sus orillas, y nos metíamos con los pelusitas de la calle Lingue, a la galería.  Mi madre Berta Acevedo de La Hoz, solía llevarme a las Radio del Pacífico, donde había Shows por las tardes, y un programa de Alicia López, llamado “Entre paya y paya” estoy hablando de hace 50 años atrás. El premio era un paquete de medio kilo de tallarines y una salsa de tomate Pomarola. Instado por Betty, subí varias veces a decir mis estrofas deshilachadas. Con ese premio almorzábamos al otro día.

Cactus: Mirada en la perspectiva de los años la década de los sesenta se ve como un periodo muy activo y movido especialmente para los jóvenes y para la música ¿Cómo recuerdas tus años 60, qué fue lo más importante para ti en aquel periodo?

—Nano: Es muy largo de contar esto, sólo decir que aprendí a tocar guitarra mirando. Que compuse mis primeras canciones, al viento, sin tocar instrumento alguno. Que las radios, ofrecían shows cada tarde, habían grandes orquestas. Que en Santiago, había cientos de Quintas, tabernas, boîtes, restaurantes con espectáculos. Que miles de  músicos trabajaban cada noche. El despertar de la música chilena era evidente; tanto la “Nueva Ola” como el así llamado “Neo Folklore”, hicieron crecer un abundante mercado musical para los temas e intérpretes chilenos. Gran parte de la juventud de los años 50´, estaba llena de prejuicios frente a tocar la guitarra en público, se decía que era cosa de “maruchos”; sólo los evangélicos exhibían sus instrumentos de cuerdas en las esquinas, por ello, la formación de cuartetos vocales acompañados de una sola guitarra al estilo de los argentinos “Huanca-Húa” o “Trovadores del Norte”, y que comenzaron imitando en Chile “Los Cuatro Cuartos” —grupo integrado por “Chino”Urquidi, “Conejo” Morales, Patricio Torti y Pedro Messone; posteriormente saldría Morales e ingresa Willy Bascuñan el que posibilitó la confección de un repertorio notable, y se incorpora Carlos Jorge Videla un barítono de amplio registro— prendió en los muchachos de aquella época y así florecieron innumerables grupos como: Los de La Escuela; Los de Medianoche; Voces Andinas; Los Paulos; Los del Pillán; Los de Las Condes y Los de Santiago, entre otros.

De los roperos se sacaron las vihuelas e inspirados autores como: Raúl De Ramón, Rolando Alarcón, Sofanor Tobar, Kiko Álvarez, Orlando Muñoz y Alsino Fuentes por mencionar algunos, rescataron del caudaloso río de la tradición, antiguas formas musicales, vaciando en estas, textos y melodías que, con la positiva complicidad de las radioemisoras, se hicieron populares. Para ello fue necesario un largo proceso que proviene de los cultores de la tradición; las cantoras de rodeos; de velorios de angelitos; los cantores a lo humano y lo divino — estilo que aún se mantiene vigente en algunos sectores rurales—; payadores y poetas populares; sin olvidar a los grupos creados para interpretar de preferencia canciones y tonadas de paisajes y costumbres escritas a mediados del siglo pasado por: Petronila Orellana, Luis Aguirre Pinto, Diego Barros Ortiz, Osmán Pérez Freire, Francisco Flores del Campo, Víctor Acosta, Clara Solovera, Luis Bahamondes, Segundo Zamora, Adriana Pérez Luco, Lalo Silva, Efraín Navarro, Óscar Olivares, Hugo Lagos, Humberto Campos, Juan Arroyo, Mario Oltra y Alejandro Angeloni, por citar algunos.

Proceso que se va nutriendo de variadas fuentes; que se hunde, reclama y rescata voces asimiladas por el pueblo; que se va construyendo en forma dinámica; por la memoria popular y su tradición oral; tal un río recoge de sus orillas, los materiales con que construye un cuerpo macizo y armonioso.  La música tradicional (folklore musical) ha existido con el hombre, lo ha acompañado en cada instante de su vida, de lejos ha permanecido en murmullos, cantos de pájaros, aguas que se agitan al fondo de la noche, maderas que rozan el viento, silbos perdidos y piedras que percute el tiempo. En fiestas, ceremonias, velorios, ritos, trabajos, juegos, oraciones, guerras, el canto crecido de lo más hondo ha salido a tierra, para florecer en los labios del antiguo, para ser instrumento colectivo de amores y furores.

Cada sitio tiene su rumor, cada caserío conserva en su memoria colectiva la huella de sones, las patrias recogen en su oído ancestral todo acorde, la dimensión del ruido, la altura cardinal del grito. Y allí entonces el cultor que aprende de sus gentes, que vive en terreno aquella manifestación pausada o clamorosa que es parte propia de su vida. Luego entramos en un abanico delicado, los ojos que desde fuera horadan el tejido.

En ese campo de la recopilación y difusión de lo nuestro, de la veta más rica y generosa de nuestra música, se empina la multifacética figura y magistral obra de Violeta Parra; el trabajo musical impecable y las investigaciones de la maestra Margot Loyola; la perseverancia y solidez de la escuela de Gabriela Pizarro; los considerables aportes realizados de norte a sur del país por Héctor Pavez, Silvia Urbina, Raquel Barros, Osvaldo Cádiz, Osvaldo Jaque, Estanislao Pérez, Hiranio Chávez, Calatambo Albarracín, Amador Cárdenas, Patricia Chavarría, Claudio Lobos, Clemente Izurieta, Adolfo Gutiérrez, Jorge Cáceres, Ricardo Palma, René Zarzosa, Diómedes Valenzuela, Lautaro Manquilef, Fidel Sepúlveda y un centenar de voces y figuras de alto nivel que sería imposible contener en estas breves páginas.

Así también, cruza las edades de nuestra música la cueca campesina y de salón. La cueca de barriadas; chinganera, diabla y chilenera; expresión de gran colorido y musicalidad, crecida en la Vega; el Matadero; el barrio Franklin; Estación Central; el puerto de Valparaíso y San Antonio; capturada en burdeles, cocinerías y fondas dieciocheras. En la alquimia de su verso, se funden asombrados, los dichos y formas populares de barriadas y mercados, junto a un vuelo de imágenes brotadas de una sensibilidad que permaneció cautiva. La cueca chilenera trabajada pulcramente, generalmente en tonos menores, melódica y rítmica por excelencia, con una batería percutiva que alcanza desde “tarros hasta sillas de terciado, conchas de locos, cucharas de té y ceniceros”. En esta destacamos como precursores en la primera mitad del siglo pasado a: Hernán Núñez Oyarce, Mario Catalán, El Perico, El Baucha, Rafucho, El Mesías y el Tumbaíto y hoy cuando se produce un resurgimiento de esta expresión destacamos a grupos como: Los Afuerinos, Altamar, los Paleteados del puerto y Mario Rojas entre muchos otros.

—Cactus: Entonces viene el periodo de la unidad popular 1970-1973 ¿Cómo recuerdas aquellos mil días, que significaron para ti y que rescatarías como lo mejor y qué aspectos criticarías?

—Nano: Nos jugamos con todo por la candidatura del doctor Salvador Allende, cantamos por todo Chile. Formamos el CUP de folkloristas de la UP, donde fui elegido Secretario de organización, encargado de la agenda de los cantores, para acompañar al candidato a los lugares donde hablaba a sus partidarios. A los actos grandes iba  Quilapayún, Inti illimani, Víctor Jara, etc. Pero los actos medianos o pequeños eran cientos y debíamos cubrirlos nosotros. En uno de mis libros “Los ojos de la memoria” está detallado todo lo que hicimos. Fue un trabajo colosal el que realizamos  con René Largo Farías, Rolando Alarcón, Héctor Pavez, Richard Rojas, entre muchos otros. En uno de esos actos, llego con una guitarra prestada y me pongo a cantar a la espera del candidato. Siempre sucedía lo mismo, en mitad de una canción, entraba Allende, la gente se ponía de pie, lo ovacionaba y el cantor, hacia mutis por el foro. El compañero presidente lo notó, e hizo que me invitaran a almorzar en el Club Audax Italiano de la Calle Lira, me llamó y me dio su mano, esa foto la conservo todavía. Jamás la escondí.

Nano Acevedo y Salvador Allende

—Cactus: ¿Qué recuerdas del mismo día 11 de septiembre, cómo te impacto esto en tu vida?

—Nano: Veníamos llegando de Bulgaria, después de asistir al Festival Mundial de la Juventud en Berlín, en la República Democrática Alemana, y recorrer varios países. En ese mes saldría mi primer disco para el Sello IRT. Con René en la Peña “Chile Ríe y Canta” donde cantaba, habíamos comprado sillas, pisos de paja, mucho trago, para celebrar el 18. Y, esa mañana, despierto con la infausta noticia; vivía en San Miguel, y llegué como pude a la Peña en Alonso Ovalle 755. Después fui a dejar caminando a Largo Farías a la embajada de México, flanqueado por una periodista de La Moneda y Juan Cornejo, en el camino se nos unió Arturo San Martín, y así lo asilamos, minutos antes que llegaran los milicos.

Fue terrible todo eso, después, una tarde me fue a buscar el poeta Roberto Contreras Lobos para asilarme en la Embajada de Venezuela o México, venía en un auto con otros compañeros; pero mis primeros 5 hijos estaban chicos, y no quise irme, preferí quedarme y luchar acá.

—Cactus: Los primeros meses de la dictadura fueron muy duros, con gente muerta y perseguida, las peñas cerradas, el canto proscrito ¡Cómo viviste aquellos días, qué recuerdas, algo que tuviera especial impacto en tu vida?

—Nano: Nosotros nos pusimos a trabajar el mismo 11 de septiembre. Fui y me quedé en la Peña Chile Ríe y Canta, no podía dormir por la noche, sentía cantar en el escenario. No había un cinco para nada. Arturo San Martín, que vivía en la calle Granados, cerca de la Peña, me  mandaba a buscar y en su casa, de una u otra forma, comíamos algo. Estoy hablando de los primeros meses después del golpe. Decidimos con Arturo, que era integrante del Grupo “Chamal” y trabajaba en el Dpto. de Cultura del gobierno, ir a cantar los viernes a la Gran Avenida. Cantábamos en restaurantes, casinos y boliches, boleros, canciones de Serrat y cuecas, alguna gente me reconocía y nos daban buenas propinas. Un día una mujer con su pareja, pasan por mi lado, y ella, bien vestida, desliza en el bolsillo de mi chaqueta un paquete de cigarros, dentro del celofán iba un billete grande. Muchas veces me llevaron detenido, calculo unas 20 o 25 ocasiones.

Sobre la Peña Javiera

—Nano: En los actos relámpagos crecidos del afán libertario que realizamos en 1974, pensé en una suerte de “Bodeguita del Medio” a la chilena y de ese modo instalé una peña en mitad del miedo. Comenzamos en el viejo restaurante “Antofagasta” de calle Mac-Iver al llegar a Monjitas y a los pocos meses nos trasladamos al interior del restaurante “El Mundo” frente al Teatro Caupolicán hoy Monumental. Hablamos de Julio de 1975 y de un elenco que contemplaba a figuras consagradas y cantores emergentes, entre muchos otros estaban: Margot Loyola, Gabriela Pizarro, Lázaro Salgado, Illapu, Barroco Andino, Ortiga, Aquelarre, Capri, Pedro Yáñez, Osvaldo Torres, Natacha Jorquera, Isabel Aldunate, Alfredo Labbé, Mario Fontana, Leo Vallejos, Dúo Semilla, Eduardo Peralta, Claudia Céspedes, Carlos Arriagada, Sergio Araya, Grupo “Aymará”, Alejandro Masmar, Checo Catalán, Mario Lanas, Daniel Tillería, Alvaro González, Guillermo Veiga, Jorge Cartes, Rolando Escobar, Marcelo Moreno, Cristian Cáceres, etc.

Por una parte, estos casi 40 años transcurridos han desvanecido en muchos el valor que tuvo la primera tribuna del arte popular crecida en Chile bajo la tiranía, bajándole el perfil a una iniciativa inédita en nuestra patria, donde un centenar de artistas se une y reúne para mantener largos años, a pesar de toda clase de amedrentamientos, un escenario democrático abierto a todas las expresiones del arte.

Aún encontramos amigos de sectores diversos, profesionales y obreros, mujeres y músicos que, alguna vez subieron al estrado mágico de la “Javiera” para entonar una canción prohibida, para reír con las penitencias de la “Bandita”, para sacudirse el pánico y mirar a los ojos a otros seres que también luchaban —cada uno en su estrella — por volver a vivir sin asomo de celadas.

La primera etapa de la “Peña Javiera” —la bauticé así por Javiera Carrera, esa mujer heroica y altiva, que desafió a los españoles— la vivimos de mediados de 1975 a 1980 en San Diego 846, frente al Teatro Caupolicán, para luego revivirla en la Quinta de Recreo Ecuador de calle Catedral frente a los Estudios KV entre los años 1984-1988. Muchos de aquellos artistas están ahora en el extranjero; otros se vieron obligados a asumir oficios diversos; los menos seguimos la porfiada senda creativa.

Pero nada es y ha sido comparable a las noches de la peña valiente y magnífica que creamos con amor y pasión a comienzos de la década del 70; nada ha sido tan gratificante como esos años de crear y poner sobre el día nuestra vida si era preciso, sencillamente por la música eterna de la libertad; un tablado en mitad del miedo que resistió con valor y audacia los años de la sinrazón. La “Javiera” constituyó un baluarte donde el “Canto Nuevo” diseminó la semilla libertaria en poemas, canciones, pinturas, obras de teatro, festivales, maratones culturales, y todo tipo de actividades con un elenco imposible de conseguir por estos días. Lo mejor de la música de raíz folklórica y popular se fundía a entusiastas jóvenes venidos de Universidades y poblaciones, otros llegados de provincias, se sumaban a una empresa peligrosa.

Diviso la joven silueta de la poetisa Bárbara Délano, desaparecida en el mar, cuando cayó el avión en el que retornaba a Chile; creo escuchar al dúo de Adriana Campusano y Luis Vicentini, con su tertulia amable y luminosa, ambos partieron con meses de diferencia. Como olvidar a Baccio Salvo, nuestro recordado hombre de las finanzas. A Lázaro Salgado y su musa Ema Bello, el grande payador de la república, aferrado a su acordeón y escanciando a sorbos su vino negro, dispersó en nuestro escenario la sabiduría colosal del arte mayor que es la paya. Tuvimos la fortuna de gestionar —con René Largo Farías y el celebrado arpista Hugo Lagos— el traslado de sus restos y luego acompañar en su lecho de enferma a Doña Ema.

Nos sacuden el alma ausencias inesperadas, colegas y compañeros que ya no están: la chispa innata del payador Pascual Santana; el resplandor de Ricardo Rosell del grupo “Mashku”; el sólido quenista Max Reyes; el talentoso compañero y músico Juan Carlos García, director de “Ortiga”. Nos duele no contar con la amistad de “Memo” Valdés; la calidez y talento de “Pirincho” Vergara; el rigor y escuela de Arturo San Martín; el esforzado ChagoCavieres; el valiente poeta popular “Ño Jacinto” y hasta lo impredecible de Samuel Aravena, que nos abrió las puertas del Restorant “El Mundo”, todos ellos vivos en nuestra memoria.

Hay más de un centenar de artistas populares que, caminaron con nosotros la fría noche dictatorial, que pusieron de pie el canto para que bebieran de esas aguas la trova actual.

Hombres y mujeres que dieron una frontal lucha por el retorno a la democracia, por el derecho de vivir en paz, por la restauración de un estado soberano y por el fin del azote oscurantista, nutrido fue el repertorio nacional con poética y creatividad, y el compromiso de no descansar un segundo, hasta no ver la patria liberada.

—Cactus: De toda la actividad de la peña que fue muchísima; que recuerdas cómo las cimas más altas, qué consideras importante que la peña logro hacer y cuales aspectos consideras los puntos más bajos?

—Nano: Trabajar bajo la bota, con detenciones frecuentes; con entradas de agentes al recinto; con sabotaje, quiebre de vidrios, bombas de ruido, persecución y amedrentamiento; creo que todo lo que hicimos los cantores y cantoras de “Javiera” fue heroico. Cada año que cumplíamos lo celebrábamos con una serie de actividades.

Recuerdo la de 1980: Concurso de poesía “El habitante y su esperanza”, llegaron trabajos de todo chile. Participaron, jóvenes poetas muy buenos, ganó Arturo Volantines de La Serena, hoy un destacado escritor.

Concurso de composiciones inéditas “Rolando Alarcón”, no me acuerdo bien, pero creo que ganó Jaime Atria Jr. y Eduardo Peralta.

Maratón cultural “Héctor Pavez”, 12 horas de canto, poesía, teatro, exposiciones pictóricas, etc…

Nano Acevedo 3—Cactus; La Peña tuvo problemas con el régimen militar, los vigilaban, los perseguía, los acosaban. Cuéntanos un poco, los detalles de eso ¿Qué problemas tuvieron?

—Nano:   Si la peña tuvo problemas con el régimen militar: Si, Obviamente sí, nos vigilaban, nos perseguían, nos acosaban. Teníamos en la Peña un payador que se llamaba Juan Bustamante,”Ño Jacinto”, que murió en el extranjero. Él era muy católico, pintaba además. A él lo siguieron una noche desde la Peña, bueno él era una persona bastante pobre,  lo detuvieron en calle Gálvez y golpearon con saña, lo dejaron muy mal. Un mes estuvo recuperándose; la noche que lo asaltaron, llevaba muy poco dinero y un reloj. Lo único que le robaron fueron sus cuadernos en el que él escribía todos los días, décimas y payas… Pero aquel suceso está dentro de un plan de amedrentamiento no solo con la Peña Javiera si no posteriormente con todas las peñas… Pero, como fuimos nosotros la que surgió primero en 1975 nos tocó primero. A mí me deben haber detenido más de veinte veces. Tengo testigo de todas esas detenciones y casi siempre me llevaban a la sexta comisaria, la que estaba en calle San Francisco con Eleuterio Ramírez y estuvieron a punto de darme un calendario por ser cliente asiduo. La ocasión en que me pegaron fue en una comisaría que queda en la calle Chiloé. Pero todo eso obedecía a un amedrentamiento, ellos sabían lo que yo hacía. En ese momento yo llegue a ser un dirigente público de las Juventudes Comunistas y posteriormente participé en una comisión interna del Partido y era uno de los dieciocho miembros de la Asamblea de la Civilidad, como Secretario Ejecutivo de los gremios del Arte —organismo integrado por siete gremios— y participé en la Asamblea de la Civilidad que en el año 86 le hizo un paro Nacional a Pinochet. Realmente desestabilizó bastante. Catorce de nosotros fuimos detenidos y cuatro quedamos en libertad y el caso mío fue genial porque yo era Miembro Titular de la mesa directiva, los gremios del arte y mi suplente era el escultor Lautaro Labbé, cuando se tomó la foto de la Asamblea de la Civilidad donde estaba el Presidente del Colegio Médico, el Presidente del Colegio de Arquitectos, el Presidente de los Comerciantes, etc., acudió Labbe, sin avisarme, y cuando llamamos a Paro, el gobierno de Pinochet, mandó a detener a los que aparecían en la foto. Quedamos libres, Elías Brugere por los comerciantes; Verdugo por los profesores; y yo por el Arte, nos propusimos dar una entrevista para denunciar esto en el Hotel Sheraton —o algo así— porque había que buscar un lugar donde no fuéramos detenidos tan fácilmente. Dimos la conferencia, y salimos rodeados de mucha gente, yo me escapé con algunos compañeros, y estuve escondido por varios meses.

De todas las detenciones, yo creo que la más dura fue cuando me llevaron al Ministerio de Defensa, dieron varias vueltas y me llevaron al Ministerio de Defensa. Yo en verdad no soy valiente ni nada por el estilo y qué vas a hacer. Me llevaron al séptimo piso, recuerdo haber visto una ventana con vidrios granulados que decía Contrainteligencia, pero me pasaron a la oficina de al lado. Y me entrevistó un tipo durante horas, horas… bueno a veces él  me echaba para fuera, me sacaban, me mantenían de pie una hora y luego me entraban y me volvía a interrogar. Un gallo muy grande, bueno yo soy alto, pero él era enorme, estaba detrás del escritorio y yo creo que tenía un piso o algo porque se veía enorme. Y con los años después lo veo en televisión cuando lo metieron preso, era Marcelo Moren Brito, al final de la entrevista me dice: “Mira, tus compañeros y tú van a amanecer en la Alameda… tú le cantas a los detenidos desaparecidos entonces vas a aparecer en la Alameda con el carnet entre los dientes…” Eso está en el libro “Desde las sombras” de un Historiador que cuenta la Historia Clandestina del PC y en “Ecos del tiempo subterráneo”, que es la historia de las peñas… Pero al final, en ese tiempo,  no se medía el riesgo, no se media para nada y seguíamos con la peña igual. Una vez estalló una bomba de ruido en el baño de mujeres que los dejó a todos sordos. Y lo otro fue las constantes visitas de agentes de seguridad que detenían el espectáculo y comenzaban a pedir las cédulas de identidad… para molestar y amedrentar… Una vez por ejemplo se llevaron a un joven porque tenía veinte años y le faltaban dos semanas para cumplir veintiuno… entonces lo hacían para amedrentar y aburrirnos… ellos querrían que  nos fuéramos para la casa, pero jamás lo hicimos. Yo creo que todos los conjuntos, cantores, músicos populares, los artistas que pasaron por ahí que serían cientos siempre volvieron a cantar… El mérito es de los artistas…

—Cactus: aquel primer periodo de la dictadura fue especialmente duro, la represión se encontraba en su apogeo y prácticamente no se podía hacer ninguna cosa, luego con los años, se fueron abriendo otras peñas y lugares de canto y aparecieron otros cantantes y conjuntos. Pero ¿cómo recuerdas tu aquel primer periodo digamos entre 1973-1976 cuando la vida pendía de un delgado hilo?

—Nano: Mira, en esos días yo me encontraba en el Festival Mundial de las Juventudes en Berlín donde asistió una delegación chilena bastante grande:  Miguel Davagnino, Anita González, la Desideria, Isabel Parra, Ricardo García, Valentín Trujillo, Inti Illimani, Quilapayún, Jorge Yáñez , y una vez terminado el Festival… Fuimos invitados por el Embajador de Chile en Bulgaria, Julio Alegría a dar unos recitales, nos encontrábamos en el mes de agosto del 73 y… mira yo creo en ciertas fuerzas, fuerzas de la naturaleza que se manifiestan en ciertas circunstancias y lo he creído desde niño… entonces sucede que por alguna razón, aplazamos el viaje para marzo del año próximo. Menos mal porque, si no, nos habríamos quedado afuera y mis hijos estaban muy chicos.

En septiembre iba a salir mi primer Long Play para el Sello IRT, lo habíamos preparado mucho, para este, había escrito varias canciones, y me acompañaban, Pedro Yáñez, en guitarra y Hugo Lagos, hoy en el Quilapayún.

El 11 de septiembre  se nos cayó el techo. ¿Para qué te digo? Yo me quede en la Peña Chile Ríe y Canta, yo militaba allí. Tenía orden de partido de que cualquier cosa que sucediera tenía que ir a la Peña. Yo vivía en el catorce de Gran Avenida y me vine en  micro temprano y ahí en el Hospital Barros Luco estaban deteniendo todo, me bajé y seguí a píe…. Me fui a la peña, estaba Cristina, la mujer de Rene Largo Farías. Me quede ahí hasta que René salió de la Moneda brazos en alto, Allende hizo salir a toda su  gente de confianza.  René no se quería asilar, hicimos esfuerzos extraordinarios para poder convencerlo. ¿Cómo lo llevábamos? Yo no sé manejar, René tampoco. Así que nos fuimos a pie, te digo quién iba;  Ximena una periodista de la Moneda, Juan Cornejo de Voces del Trumao, y yo. Al doblar por la calle Granados, veo a Arturo San Martín saliendo de su casa, y le hago un gesto de que se incorpore.

—Cactus: y ahora ¿Qué haces, cuáles son tus planes hoy día…?

—Nano: Acabo de ser elegido miembro del Directorio de la Sociedad del Derecho de Autor, SCD, que tiene cerca de 8.000 socios y  donde se han logrado sustantivos avances en los últimos años: SCD administra los derechos de autor y conexos. Voy a lanzar un disco doble, con 42 canciones, en género popular y de raíz folk, todas de mi autoría, cantadas por destacados intérpretes.

Produje con un grupo de amigos de SITMUCH Sindicato de Trabajadores de la Música, “La Cumbre de los cantores”, Concurso nacional de canciones para cantoras y cantores, donde llegaron 558 temas, venidos de todas las regiones de Chile. Entregamos premios a 10 ganadores e hicimos un disco muy bueno. Una de las ganadoras ganó posteriormente el Festival de Viña del Mar. Y, otro, pronto aparecerá en un programa en CNN.

Próximo a cumplir 67 años, y con 50, en la música y escritura – 8 libros editados- sigo trabajando con la misma energía, tanto en la música, en la escritura, en la dirigencia gremial, y luchando por conquistar para los colegas, mayores espacios.

Fuente: Cactus Cultural

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1 comentario en «Nano Acevedo y la Peña “Javiera”»

  1. Lo que ha hecho el Nano Acevedo por nuestra música, por nuestro canto y por nuestra cultura popular, ha sido muchísimo y sin claudicar jamás, convengamos que, incluso, fue el primero que en plena dictadura abrió «Doña Javiera», exponiéndose a todos los atropellos que muchos artistas debieron resistir, nunca dejó de estar presente en las poblaciones más carenciadas y abandonadas por el fascismo. ¿Cuándo se le va a entregar el reconocimiento como trabajador de la cultura? Cuando se establecen las ternas para el Premio Nacional de Arte, el Nano Acevedo debería figurar, su trabajo es amplio y nunca ha sido en vano.

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