La révolution et les étoiles (La revolución y las estrellas) es el primer álbum de estudio en que participa Patricio Wang como miembro del conjunto Quilapayún, quien hizo los arreglos de El Gavilán, composición de Violeta Parra que abre el Lado B del disco, que contó con la colaboración de Isabel Parra en la interpretación. Fue grabado en los Estudios Pathe Marconi, en Boulogne-Billancourt, cerca de París, y publicado en Francia en 1982 por Pathé/EMI (2C 070-72562). En 1983 apareció en España con una modificación respecto de la edición original: la última canción del Lado A (Las estrellas), fue reemplazada por La revolución, composición instrumental de Gustavo Becerra-Schmidt.
Dice en la contraportada del LP:
La paradoja de Olbers
La luz definitiva
no es posible.
La sombra es el recinto,
lo oscuro es el designio de la estrella
que suma rayo a rayo la blancura
de todo lo que existe.
La vida es una tregua
y la noche es lo que impera en la materia del relámpago.
El triunfo es del crepúsculo.
El día es ilusión sobre las aguas delirando.
El fuego y el instante son lo mismo.
La patria de los soles es espacio
que se instala en la penumbra de la muerte.
La suma de los astros es igual a lo nocturno.
La extraña luz es isla,
insólita verdad de las tinieblas.
Escribió Patricio Manns sobre este disco:
He aquí, pues, un nuevo Quilapayún, mirando esta vez hacia arriba (las estrellas, naturalmente). Más sólido, más inconmovible que nunca de su sitial: una de las superpotencias musicales de Nuestra América melódica y martiana. ¡Qué forma de cantar con el cerebro, de seducir con las manos como un Marqués experto y plenipotenciario! Pero ya lo sabíamos y lo que podemos hacer sin ambages es reconocer abiertamente la continuidad en su desarrollo hacia adelante y hacia adentro.
Los Quilas han crecido también numéricamente. Ahora son ocho, con la incorporación de un músico muy completo, muy original y muy sorprendente, Patricio Wang, (chileno a pesar de su apellido a los ojos rasgados), a quien debemos el admirable arreglo de “El gavilán», una canción que, como lo dijimos en nuestro libro sobre Violeta Parra en 1976, alcanza la cumbre creadora de nuestra célebre madre coraje. Un tema injustamente desconocido. Quilapayún ha cometido un acierto de implantar la voz de Isabel Parra en el arreglo y el resultado es espeluznante de belleza, de fuerza, de destreza. Isabel, la chilena, y Pablo Milanés, el cubano, deben ser, cada uno en su sexo y en lo suyo, las dos voces más grandes de este tiempo en la canción dicha popular. Esta es mi opinión y la razón por la cual recomiendo este disco tan calurosamente.
Después, hay otro detalle que salta a la estadística: el Quila comienza a autoabastecerse cada día más en materia de repertorio. Hugo Lagos firma dos de los títulos sobre textos de Eduardo Carrasco, que totaliza tres en el presente disco, aparte de tres líneas melódicas. Asimismo, Rodolfo Parada que ha escrito una canción sobre texto de Alberti. Y una nueva experiencia de colaboración, experiencia que Quilapayún inauguró en Chile hace ya muchos años, esta vez con Juan Orrego Salas, que, trabajando sobre un texto de Neruda da forma a una pequeña y sobria cantata magistralmente cantada. El problema, quizás, estriba en que este género de obras, relativamente distanciada de las normas de la canción popular queda una suerte de oasis dentro del disco: se bebe allí una agua distinta, se calza una sombra diferente. Pero esto no es malo, muy por el contrario: deslumbra como un espejismo y sólo serán necesarias varias audiciones atentas para establecer en definitiva una silueta al centro de la resolana cegadora para el oído, inesperada para la costumbre.
Esto de crear las propias canciones es para un grupo tarea primordial. Cuando el abastecimiento depende de una fuente exterior, ciertos conjuntos se paralizan e incluso se disuelven si la fuente calla o se aleja. Pero crea también algunos riesgos. No es fácil escribir el texto de una canción. Se puede concebir un poema libremente, largo o corto, denso o simple, pero una canción, como el ser humano de Chesterton que “se compone de un hombre y una mujer”, se compone de texto y música. Eso por una parte. Por otra, hay que vigilar la sustancia del texto más que la sonoridad de las palabras. Ejemplo, en este disco quilapayunesco: “Retrato de Sandino con sombrero”. Otra que el título viene de lejos (Retrato de dama con grupo, nuevo cine), o, directamente de la canción (Oleo de mujer con sombrero, Silvio Rodríguez), hay falencias poéticas inadmisibles y carencias históricas de primera ignorancia sobre el verdadero carácter de Sandino. Las falencias poéticas evidentes, por ejemplo, son: “…rayo de luz sobre el trigal”, o todavía “… como una estrella sobre el mar”. Piénsese que se describe así al inspirador de la revolución nicaragüense. En otra, hay falsas reminiscencias nerudianas, particularmente en la evocación de la “educación” de Sandino, calcada sobre la Educación del cacique, de El Canto General.
Jamás Sandino, aunque “cuenten”, se educó en la intemperie, ni copió su andar a las bestias del mundo. La analogía con el poema nerudiano va más lejos: “… así fue que ejercitó la mirada / la calma, la ligereza, / la agilidad del jaguar”. No basta substituir jaguar por puma para dar origen a una obra personal.
Pero esto es pequeño y fácilmente ignorable si se toma en cuenta la consistencia general de la entrega. Hay que reconocer, después de todo, que la Nueva Canción Chilena no conoce la anemia. Júzguese por los últimos discos publicados: Palimpsesto, de Inti- III imáni; un nuevo volumen de Angel Parra; Con la razón y la fuerza mi aporte personal 1982, con la fraternal complicidad de Inti- lllimani; y ahora, esta Revolución y las estrellas, de Quilapayún.
Se enferma el cuerpo de espera y desespera, pero se goza de un envidiable caudal de salud creadora.
Patricio Manns, «Quilapayún: La revolución y las estrellas». En revista Literatura Chilena. creación y crítica, XXII, octubre-diciembre, otoño 1982. Ediciones de la Frontera, Los Ángeles, California.
Contenido:
- Luz negra [Eduardo Carrasco] (3:52)
- Retrato de Sandino con sombrero [Desiderio Arenas – Eduardo Carrasco] (3:49)
- Trompe [Hugo Lagos] (2:57)
- Eclipse de sol [Eduardo Carrasco – Hugo Lagos] (3:40)
- Las estrellas [Eduardo Carrasco – Hugo Lagos] (5:29)
- El gavilán [Violeta Parra] (5:44)
- Dispajarate [Eduardo Carrasco] (3:34)
- La primavera [Rafael Alberti – Rodolfo Parada] (3:12)
- Un canto para Bolívar (cantata popular Opus 78) [Pablo Neruda – Juan Orrego Salas] (8:09)